Por Mariano Focaraccio. CEO de Drixit Technologies.
La seguridad de los trabajadores ha sido siempre uno de los principales focos de trabajo (y preocupación) de las empresas industriales. A pesar de que históricamente se ha realizado un gran avance, queda todavía un camino para recorrer.
A lo largo de los años se fueron incorporando distintas facilidades como los elementos de protección personal (EPP), de uso obligatorio en la industria, entre los que se incluyen cascos, botas y anteojos, por ejemplo. Cada industria cuenta con EPPs propios según su operación específica, además de indicaciones variadas y reglas de seguridad diseñadas ad hoc para cada proceso.
Sin embargo, cada día continúan falleciendo personas como consecuencia de accidentes laborales. De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, hay más de 2,78 millones de muertes al año y 374 millones de lesiones no mortales. Esto no sucede únicamente en plantas industriales, pero las manufactureras, empresas de construcción, energía y minería suelen estar entre las industrias con más accidentes.
El principal problema de la falta de inversión y digitalización en materia de seguridad es la posible pérdida de vidas humanas. En estos casos, al igual que en las lesiones por trabajo, existen costos directos asumidos por el seguro y las ART, pero también aparecen una gran cantidad de costos indirectos asociados, que las empresas muchas veces no tienen en cuenta a la hora de evaluar en términos económicos la inversión en seguridad.
Según un estudio realizado por la Universidad de Pretoria, se estima que por cada 1 dólar de costo directo hay 6,75 dólares de costo indirecto. En un contexto donde hay más de 2,78 millones de muertes al año y 374 millones de lesiones no mortales, esto se traduce en un impacto significativo en la operación de las empresas, que pierden frente a cada accidente no solo dinero sino horas hombre trabajadas.
Según la Organización Mundial del Trabajo, “el coste humano de esta adversidad diaria es enorme y la carga económica de las malas prácticas de seguridad y salud en el trabajo se estima en un 3,94% del Producto Interior Bruto mundial cada año”. Esto se traduce en millones de dólares y horas perdidas por año a nivel mundial.
Si bien la falta de inversión en seguridad impacta de forma distinta a cada empresa, dependiendo de la cantidad de empleados y la naturaleza del trabajo realizado, ninguna está exenta de los accidentes y los costos indirectos asociados. En momentos así cobra especial relevancia la inversión estratégica en tecnología, así como el consecuente retorno que puede significar para la compañía.
Los EPP tradicionales y la estandarización de las reglas de oro de seguridad fueron de las primeras medidas tomadas para incrementar la seguridad en las plantas. Hoy en día, esos mismos procesos pueden ser automatizados a través de EPP digitales, que cuentan con tecnología de punta para aumentar la seguridad de los empleados.
Algunas de estas tecnologías, como el RFID, Internet de la Cosas, GPS, Glonass o UWB, permiten una infinidad de funcionalidades para mantener protegidos a los operarios: detectan y notifican trabajo en altura, golpes y caídas; envían alertas frente a distancias riesgosas; poseen botón antipático para una asistencia rápida; permiten automatizar los procesos de evacuación, para la puesta a salvo eficiente de los operarios; entre tantos otros beneficios.
La digitalización llegó para revolucionar a todas las industrias. Es momento de evaluar entonces si, habiendo tecnología disponible, es preciso saldar una deuda pendiente con los trabajadores industriales y su seguridad, obteniendo además grandes beneficios económicos en el proceso.