Un hombre increpó a Victoria Donda y ella respondió: “Violencia sin revés”

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Victoria Donda fue increpada por un hombre mientras se encontraba comiendo en un restaurante de la Ciudad de Buenos Aires que destaca por su cocina de estilo europea, pese a ser un clásico porteño. El momento fue grabado, subido en TikTok, y desde allí se viralizó a otras redes sociales. “La violencia y el odio van de la mano”, respondió la funcionaria en una carta abierta.

Como se ve en la filmación, de un poco más de 20 segundos, la titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) se encontraba comiendo junto a otra mujer en el local gastronómico London City, a media cuadra de la Plaza de Mayo.

Victoria Donda ocupaba una mesa junto a la ventana que daba a la vereda, por lo que cuando el hombre se percató de su presencia, no dudó en utilizar su celular para grabarla y compartir la filmación en la famosa red social.

“Mirá a quién tengo acá eh, mirá a Vicky Donda”, señaló mientras se acercaba al vidrio del restaurante para captar la imagen de la funcionaria oficialista, quien sólo optó por voltearse e ignorarlo. La grabación obtuvo más de 100 mil reproducciones en un día y en Twitter superó las 135 mil vistas.

A su vez, en el video se escucha cómo, irónicamente, le repite el término “Nac & Pop” (Nacional y Popular) y la cuestiona: “¿Qué pasa mi amor, qué te tapas? Mirá, escrachada, ahí está su cara”.

Luego, el hombre dirige la cámara al slogan del local y añade: “Mirá, un lugar british (británico) y Nac & Pop”. Y antes de irse, le dedica nuevamente unas palabras a la ex legisladora: “¡Ey, Vicky! ¿Lindo Londres, no?”.

La identidad del hombre que protagonizó el video aún no ha trascendido. Por su parte, Donda escribió una carta abierta en La Nación, en la que cuestionó los “discursos del odio” que, a su entender, motivaron la agresión.

 

La respuesta de Victoria Donda
Violencia sin revés. Por Victoria Donda

Sobre los discursos de odio, las causas y consecuencias de la violencia naturalizada que soportamos día a día.

El odio no tiene un solo tipo de emisor ni de receptor; puede emerger en todas las personas, en distintas circunstancias, por distintos motivos. Ese odio que no tiene nombre, tampoco tiene clase. Y la violencia y el odio van de la mano. El odio puede parecer un sentimiento abstracto, pero distintos momentos de la historia muestran cómo es un caldo de cultivo para la violencia directa, verbal y física, que puede llegar en casos extremos hasta la violencia institucional y el terrorismo de Estado.

Acostumbramos a asociar los discursos de odio únicamente a la discriminación, la estigmatización y la violencia directas. Sin embargo, la deshumanización también es una de las causas de la aparición de estos discursos; la deshumanización de la persona a la que se quiere deslegitimar, anular, degradar. Solo en una concepción de un otro deshumanizado es que se puede ser capaz de difundir falsedades, violar la intimidad, “escrachar” y faltar el respeto, acciones que solo tienen el propósito de intentar herir y violentar a quien es víctima de ellas.

Se trata de entender cómo se conduce el odio, el cual nunca es inocente. Quien lo ejerce trata de dirigir intencionalmente las repercusiones a su propio favor. No hay evento, por insignificante y simple que sea, que en el objetivo de denigrar represente un obstáculo. En ese camino, las redes y los medios de comunicación tienen representantes que día a día los alimentan y mantienen con vigencia.

El objetivo es claro: confundir, fomentar prejuicios, nublar el pensamiento, no perder privilegios y socavar el Estado que es el único garante de evitar la Ley del más Fuerte, peligrosa para todxs.

El único que regula una sociedad y defiende a un indefenso es el Estado, aquel que los mismos que fomentan los discursos de odio quieren destruir.

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