A 100 años del nacimiento de Beatriz Guido

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Popular, talentosa, polémica, fantasiosa, antiperonista, Beatriz Guido fue una de las mujeres más influyentes en la producción literaria y cinematográfica durante los años 50-70. En esta nota, la periodista y escritora Cristina Mucci comparte pasajes de la vida de Guido y nos cuenta por qué es necesario conocer vida y obra de esta cautivante mujer.

 

Popular, talentosa, polémica, tenaz antiperonista, Beatriz Guido nació un 13 de diciembre de 1922 en Rosario, Santa Fe. Hija de la actriz uruguaya Bertha Eirin y del arquitecto Ángel Guido, creador del Monumento a la Bandera de Rosario, la casa de la infancia Beatriz fue un lugar por donde desfilaba la movida intelectual del momento. Ricardo Rojas, Gabriela Mistral, Leopoldo Lugones, entre otros personajes, frecuentaban la casa de esta escritora que, de adolescente, se fascinaba con las crónicas policiales.

De joven, luego de algunos viajes de estudio por Europa, Beatriz publica en 1954 La casa del ángel, novela con la que gana el premio Emecé, que le significó un despegue en su carrera literaria y cinematográfica. Para ese momento, Beatriz estaba en pareja con el famoso director de cine Leopoldo Torre Nilsson, quien llevó al cine esta novela intimista en la que las oscuras tramas familiares, la religión
y la sexualidad toman protagonismo. Tras esta popular novela le siguieron La caída (1956), Fin de fiesta (1958) y El incendio y las vísperas (1964). En estas dos últimas, Beatriz sumerge a sus personajes en la vida política y social argentina, dejando en claro su profundo antiperonismo. La novela dividió aguas y provocó la reacción de todo el campo político e intelectual.

Beatriz Guido no está sola

Cristina Mucci es abogada, escritora y periodista. Desde hace décadas que conduce y produce Los siete locos, un programa clave para los amantes de la literatura, que se emite por la TV Pública. Cuando Cristina era adolescente leía a Beatriz Guido, quien junto con Silvina Bullrich y Marta Lynch formaban una triada mediática candente.

“Estas escritoras eran celebridades, la gente las reconocía por la calle, aparecían en los diarios, en la televisión. Con mis amigos discutíamos acerca de sus ideas y sus declaraciones públicas”, cuenta Cristina al recordar cómo conoció a Beatriz Guido.

Cristina Mucci

Cuando el año 2000 comenzaba a arder, Cristina se escabulló entre archivos, documentos, extensas entrevistas e investigó acerca de la cautivante vida de Beatriz Guido. Indagó en su vida de cócteles, reuniones sociales, autos lujosos y viajes colectivos cuando el dinero escaseaba. El trabajo de Mucci no se pueden pensar sin la presencia de Silvina Bullrich y Marta Lynch, quienes compartieron el mismo tiempo histórico, la fama, la repercusión mediática y se convirtieron las escritoras más populares del momento.

“Lograron una fama comparable a la que hoy solo tienen algunos deportistas y personajes mediáticos. Pese a sus diferencias y seguramente a su pesar —ya que cada una aspiraba al protagonismo absoluto y competía con las otras— se las ingeniaron para crear una línea que les dio sus mejores éxitos: trascender el ámbito de lo intimista para convertirse en críticas de la realidad. Es innegable que fueron audaces. Rompieron barreras, avanzaron sobre prejuicios y sectores de poder, y hasta donde pudieron, lograron transgredirlos. Aunque fueron denostadas en vida e injustamente ignoradas después de sus muertes, abrieron un camino en la literatura argentina y supieron expresar las diversas situaciones por las que fue atravesando el país”, cuenta Mucci en su libro Las Olvidadas, reeditado este año, en el que narra la vida de las tres.

Mucci relata que la participación pública, tanto de Beatriz como de Silvina y Marta en Argentina fue muy novedosa porque a las mujeres argentinas escritoras no se les llevaba mucha atención y ellas lograron una atención enorme. “Incluso eclipsaron a muchas otras que eran muy buenas, que ahora se están divulgando, como Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Elvira Orphée, pero las eclipsaron totalmente porque tomaron todo el panorama. Si bien no se puede decir que fueron feministas, porque no se hablaba en esos términos, encararon una serie de temas que eran importantes para la época. Simone de Beauvoir era un modelo a seguir para ellas, una escritora que militaba por las causas, que opinaba de los temas de debate actuales, tal como hacían ellas”.

Beatriz guionista

La casa del ángel fue la novela que le dio impulso a la carrera de Beatriz. Ya en pareja con el director de cine Leopoldo Torre Nilsson, adaptaron la obra para cine y la película fue tendencia. Guido y Torre Nillson conformaron una dupla que se potenció al máximo y renovaron las formas de narrar tanto en el cine y como en la literatura de las décadas de los ’50 y ’60. Fueron “la” pareja del momento, aparecían en la televisión, viajaban por el mundo, producían sin parar, elaboraron cerca de catorce guiones juntos entre 1956 y 1966. Luego de llevar a la pantalla La casa del ángel, la dupla produjo La mano en la trampa, que se llevó el premio de la crítica en Cannes 1961.

“Los dos se potenciaron, llegaron muy alto porque estaban juntos, se apoyaron mutuamente. Fueron un complemento ideal, una unión profesional e íntima que los hizo crecer mucho”, comenta Mucci y agrega: “lo que es llamativo respecto del amor es que tanto Beatriz Guido, Silvina Bullrich y Marta Lynch se separaron de sus primeros maridos y formaron nuevas parejas con las que convivieron hasta el final pero no se pudieron casar con ellos, con sus reales amores. Tanto a Marta como a Beatriz eso las avergonzaba muchísimo. Eran mujeres progresistas, que se hicieron camino en un mundo de hombres, pero ocultaban ese aspecto de su vida. Bullrich no, ella se quejaba públicamente de que se podía volver a casar, de que la había echado de lugares por separarse de su marido”, cuenta Cristina Mucci.

Beatriz Guido – Leopoldo Torre Nilsson

Debates de época

Durante el tiempo en el que Guido, Bullrich y Lynch publicaban, la industria cultural argentina era las más importante de habla hispana, la industria editorial Argentina era pujante y el libro jugó un papel importantísimo. Ellas vendían 40 mil, 50 mil ejemplares. “En esa época, la literatura y los libros eran elementos para pensar el país, eran parte y disparadores de las discusiones. Eso no sucede más, hoy se da pero en nichos, en pequeños grupos, pero no llega a los debates nacionales, cosa que en la época pasada sí”, comenta Mucci.

Además, fue un momento en el que el debate peronismo-antiperonismo marcaba la agenda cultural y empujaba a tomar posición a todo el mundo intelectual. En ese contexto, Beatriz se propone polemizar al respecto ganándose numerosos enemigos. Con la publicación de El incendio y las vísperas no deja dudas de su posición de desprecio respecto del peronismo, que sostendrá hasta el fin de sus días. La novela fue récord en ventas en la década del ’70 con más de 200 mil ejemplares vendidos. En ella se narra la desintegración de una familia aristocrática durante una dictadura, que sacrifica uno de sus miembros para evitar de ese modo la expropiación de sus campos. La figura de Perón y la idea de un país en caos están presentes durante todo el texto. La polémica que generó su publicación fue un ejemplo de la intensidad de los debates de la política del momento, que hizo opinar hasta al mismo Perón.

Famosos fueron los intercambios entre Arturo Jauretche y Beatriz Guido. El escritor le dedicó un capítulo en su libro El medio pelo en la sociedad argentina, en la que la llamaba tilinga y la acusaba de ser escritora de medio pelo para lectores de medio pelo. “Ella respondía con ironía, diciendo que cada vez que Jauretche la nombraba vendía más ejemplares, pero en el fondo le dolían esos comentarios, eran agresivos. Si bien Beatriz estaba bien posicionada, la intervención de las mujeres en el ámbito público nunca fue fácil”, resume Mucci.

-¿Cómo se pasó de esa fama descomunal al olvido? ¿Por qué hay que recuperar y leer a Beatriz Guido?

-“Los motivos son diversos. En el caso de Beatriz creo que en un punto los motivos del olvido son ideológicos porque molestan, no gustan. Puede que sea por su profundo antiperonismo. A Beatriz como a Silvina y Marta no se las recuerda para nada y son un pedazo de la historia muy interesante. Marcaron una época, que más allá de la calidad y el talento que cada una pueda haber tenido, fueron sin duda no solo las escritoras más leídas, sino también las que escribieron las novelas sociales y políticas que —a favor o en contra— lograron reflejar a toda una generación.

Hay que recuperar los libros de Beatriz Guido, que son muy valiosos. Hay que leerla porque tiene una literatura de muy buen nivel y compleja. Sería hermoso que se reediten sus primeros libros como La casa del ángel, La caída, que son intimistas, tienen un tono muy particular, son muy buenas novelas, tienen magia, un universo propio. Después de El incendio y las vísperas, Beatriz se mete mucho en la realidad política argentina y ese tema sigue en los libros posteriores. Pero ya en los ’70 la sobrepasa un poco la historia, que no llega a comprenderla en profundidad y escribe libros bastante más flojos, como La invitación o Rojo sobre Rojo, que, aunque a mi criterio son novelas fallidas, seguían vendiendo muchísimo igual; mantuvo su popularidad hasta el final”.

Tras El incendio y las vísperas Beatriz continúo escribiendo durante los años 70 y 80 . Escándalos y soledades (1970), Una madre (1973) y Soledad y el incendiario (1982), entre otros. En 1978 ocurre la muerte de Torre Nillson, lo que fue un golpe devastador para ella. Junto a la soledad que la acompañó en ese periodo publicó La invitación (1979), que también fue llevada al al cine pero esta vez por Manuel Antín en 1982.

Con la vuelta de la democracia, aliada con el Partido Radical, Beatriz se fue a vivir a Madrid, designada como agregada cultural de la embajada argentina en España. Publicó su última novela en el año 1987. Murió al año siguiente a causa de un derrame cerebral. Sus restos no descansan junto a Torre Nillson, como ella hubiese querido, sino en el cementerio Jardín de Paz, donde también se encuentran Marta Lynch y Silvina Bullrich.

Foto portada: Sara Facio

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